Why We Love Apple? 2

Erick Milla
5 min readMay 19, 2021

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Algunas razones por la que amamos a Apple: la epistemología de la manzana.

“… y le dio esta orden: «Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín, menos del árbol del bien y del mal. No comas del fruto de ese árbol, porque si lo comes, ciertamente morirás.»”. (Gen. 2; versículo 16 al 17)

El fruto prohibido.

Como en todos los grandes relatos, el nombre del fruto prohibido sería a su vez fruto de las circunstancias. Fue el Papa Dámaso I quien en el año 382 DC encomendó a Eusebius Hieronymus (San Jerónimo), el mayor erudito de su época respecto a los sagrados textos, realizar una versión de la biblia en latín.

Luego de un arduo trabajo, Jerónimo entregó la Vulgata, una versión en latín de las santas escrituras, más user friendly para el público occidental. No obstante, en su traducción del hebreo, Jerónimo reemplaza el original “peri” por el latín “malus” (manzana), que tiene una fonética similar a “maligno”, dando como resultado un curioso juego de palabras de seguro intencional.

En el Libro de Enoch, el bisabuelo de Noé entrega una clara descripción, señalando que (el árbol del conocimiento) “… era una especie de árbol de Tamarindo, daba un fruto que se asemejaba a uvas muy finas mientras que su fragancia se extendía a una distancia considerable. Exclamé: ¡Qué hermoso es este árbol y lo encantador que es su apariencia!”

Dependiendo si la fuente es cristiana, hebrea o musulmana, ese fruto prohibido puede cambiar de forma milagrosa: de manzana a uva, higo, granada, trigo, plátano e incluso se tomó como referente el poderoso hongo alucinógeno amanita muscaria, como evidencia uno de los muros de la capilla de Plaincourault en Francia, construida entre los años 1110 y 1120 por los monjes Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, abierta al culto público recién en el Siglo XVI.

De acuerdo a Robert Wasson, la manzana habría tomado el lugar del hongo alucinógeno para mantener ocultas las propiedades divinas y chamánicas. Posteriormente, a medida que la pintura se secularizaba, la manzana pasó también a representar la seducción, pintándola recurrentemente en manos de la diosa Venus.

Hacia fines del Siglo XVII, en Europa se llamaba manzana a todos los frutos que no fuesen berries, incluso a las nueces. El tomate era llamado “manzana del amor”, el pepino y la papa solían catalogarse como “manzanas de la tierra”, mientras que en China, las naranjas eran conocidas como “manzanas doradas”.

La representación gráfica de la manzana en el imaginario colectivo no es tan antigua como el propio Génesis, pero si tiene un período histórico identificable: la idea se instauró durante el Siglo XIII en Europa Occidental por medio de la pintura. No obstante, hasta fines del 1200, la manzana no era “canon” en la Biblia. Spoiler alert!: aún no lo es, ya que el libro sagrado se refiere a un “fruto” prohibido, pero nunca especifica uno en particular.

Un fruto seductor.

No obstante lo anterior, la presencia de la manzana no se remite solo a referencias bíblicas, sino que está presente en diversas culturas en distintas épocas.

La hermosa cazadora Atalanta, reconocida tanto por su belleza como sus proezas físicas, se negaba a contraer nupcias. La doncella había decidido dedicar su vida y mantener su virginidad para seguir a Artemisa, diosa de la caza y las montañas. Cuando su padre decidió romper este voto para darla en matrimonio, Atalanta finalmente puso como condición que sus pretendientes le ganasen en una carrera. Pese a darles una ventaja inicial, la doncella siempre triunfaba, para luego asesinarles despiadadamente.

Fue el astuto Hipómenes (o Melanión, dependiendo de la fuente), ayudado por Afrodita, quien logró vencer a Atalanta dejando caer una de las manzanas doradas del jardín de Hera, entregadas por la diosa del amor, cada vez que la cazadora estaba a punto de darle alcance. Seducida por el fruto divino, la mujer se veía compelida a recogerlas, perdiendo finalmente la carrera.

Hércules en busca de las manzanas de Hera.

De igual forma, en la penúltima de sus 12 hazañas, Hercules debe robar las manzanas doradas del jardín de las Hespérides de Hera, ubicado en los confines del mundo. La leyenda indicaba que los frutos dorados otorgaban la inmortalidad a quien las consumía. Para lograr su fin, el hijo de Zeus “se deja engañar” por Atlas, el titán que sostenía al mundo sobre sus hombros, para luego embaucarlo de vuelta, robar las manzanas y seguir con sus aventuras.

Pero no todas las leyendas en torno a la manzana son del período clásico: Guillermo Tell, el famoso ballestero suizo del Siglo XIII, de quien aún se debate su carácter real o ficticio, es obligado a disparar su ballesta y acertar a una manzana sobre la cabeza de su hijo, para librarse de una injusta condena.

En 1812, los hermanos Grimm lanzan su famoso libro de cuentos, el cual en su capítulo 53 narra la historia de Blanca Nieves, a quien su madrasta, la reina, intenta asesinar en tres ocasiones. Como reza el dicho popular, la tercera es la vencida (o casi): la mujer, disfrazada de una anciana, regala a la princesa una tentadora manzana roja quién al morderla, desvanece.

La madrastra, creyéndola muerta, abandona triunfante la escena del crimen. No obstante, al ser encontrada por los siete enanos, estos descubren que parte del tronco estaba atorado en la garganta de la princesa, lo cual les permite salvarla al extraerlo, permitiéndole respirar nuevamente. Un dato curioso: las semillas del tronco de la manzana contienen amigdalina, un compuesto que siendo tratado, puede derivar en cianuro.

Continuará…

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