Sir Lawrence Olivier, clásico intérprete del bardo.

“Alas, poor Yorick…”

Erick Milla
2 min readJan 21, 2021

Cada imagen cuenta una historia. En Hamlet, el clásico relato de pasión, locura y muerte de William Shakespeare, es un relato que viene de una oscura opereta italiana y décadas de representación. Pero es el propio bardo quien la inmortaliza y logra la profundidad que su predecesores no consiguieron.

¡Ay! ¡Pobre Yorick! Yo le conocí, Horacio…, era un hombre sumamente gracioso de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus hombros… y ahora su vista me llena de horror; y oprimido el pecho palpita… Aquí estuvieron aquellos labios donde yo di besos sin número. ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni aún puedes reírte de tu propia deformidad… Ve al tocador de alguna de nuestras damas y dile, para excitar su risa, que porque se ponga una pulgada de afeite en el rostro; al fin habrá de experimentar esta misma transformación…

En la clásica escena que abre el Acto V, Hamlet es presa de desazón y la tristeza. Exhumados los restos de la tumba de su amigo, mentor y casi una figura paterna -muerto cuando Hamlet estuvo lejos de casa- el atormentado príncipe cuestiona la vida y la muerte con su cráneo en las manos.

El joven Hamlet juega con Yorick, el bufón de la corte.
Hamlet niño cabalga sobre el propio Yorick.

El golpe es tal en el joven príncipe que podría precipitar su caída en la locura. La muerte de Yorick, el bufón de la corte, significa también la muerte de la risa. Y la situación puede ser peor: en un reino en donde el único capaz de reírse de la realeza ha muerto, es un gobierno más injusto y propenso al totalitarismo, en donde se acallan las disidencias.

La calavera, símbolo común ante la inevitabilidad de la muerte, nos hace recordar la antigua costumbre de intelectuales y poderosos de conservar cráneos de sus seres queridos o de sus mentores, con quienes lograban conservar el vinculo dialéctico, así como su constante aparición en los cuadros del Siglo XVI, en donde el Memento Mori constituía un tema común.

--

--